La relación del fútbol con la tecnología es esquizofrénica. Por un lado, las innovaciones de todo tipo se aplican a equipaciones y materiales. A mediados de la pasada década la marca encargada de producir los balones tanto de la Eurocopa como del Mundial, Adidas, decidió comenzar a aplicar los avances científicos en la producción de sus materiales. ¿El resultado? Balones que van desde lo estrafalario a lo contraproducente. Lejos quedaban ya los añorados tiempos del Tango o el Etrusco: los nuevos balones resultaron ser un desatino, muchos de ellos eran simplemente balones de playa, incontrolables.
En lo relativo al arbitraje también, la tecnología se ha implantado poco a poco. No de cara a rearbitrar, sino a la hora de facilitar el trabajo a los siempre maltratados árbitros: poco a poco comenzaron a poder vestirse de un modo más desinhibido para, más tarde, iniciar un proceso que les llevó desde los vibradores en los banderines de los asistentes para comunicarse con el colegiado hasta los micrófonos inalámbricos y los actuales sprays para fijar barreras.
Además, al mismo tiempo que la introducción del sistema GoalControl, la FIFA anunció un sistema que pasa mucho más desapercibido a ojos del aficionado consistente en dos innovaciones paralelas: por un lado, se crea un campo magnético de baja frecuencia alrededor de la portería; por otro, cuando el balón, con un microchip incorporado, cruza la misma, emite una señal que indica al árbitro si la pelota ha entrado o no. Los sensores se colocan alrededor de la meta, incluidos los postes.
La respuesta se encuentra en el sentimentalismo natural que todo aficionado al fútbol esconde dentro de sí. La FIFA, consideraba que el arbitraje tecnológico despojaría a este deporte de su esencia más natural: el fallo humano, la polémica, lo intangible, la atracción sempiterna e imperecedera de lo impredecible y lo incontrolable. La imperfección. El fútbol, acaso el deporte de masas más antiguo del continente europeo, aún mantiene un componente místico y religioso que lo aleja de la perfección técnica, de la matemática. La concepción del deporte americano es distinta.
Estados Unidos entiende el deporte como un espectáculo y como una máquina de hacer dinero. Las ligas profesionales son negocios rentabilísimos dirigidos de forma inteligente y con mano de hierro. Y lo relevante no es tanto lo simbólico, lo imperfecto, como la pulcritud y la precisión. Desde los avances médico-fisiológicos hasta la tecnología, todo avance es bienvenido en aras de mejorar el espectáculo. El Fútbol Americano no tiene inconveniente alguno en paralizar un partido durante varios minutos para determinar si el balón ha cruzado la línea o no. La televisión se aplica con entusiasmo: lo que es ha de ser, nada debe ser dejado al azar o, peor aún, al arbitrio humano.
Y ahora, con lo que nos estamos encontrando de pruebas en el Mundial del clubes, qué hacemos?
Mi opinión es clara, SÍ a la tecnología para determinar cuestiones físicas básicas como un fuera de juego, un balón que ha entrado en la portería, pero NO a cualquier interpretable como una falta, un penalti o un córner.