Pues aquí estoy entre miles y miles de personas por las calles de Munich corriendo mi segundo maratón. Un maratón en el que he puesto mucho empeño, esfuerzo y sacrificio. Casi mil kilómetros de entrenamiento en tres meses y medio y de manera totalmente solitaria e individual.
Recta final |
Es el kilómetro cinco y parece que ya puedo llevar el ritmo que pensaba mantener tras varios kilómetros de demasiada aglomeración. He buscado en la salida el globo de las tres horas y media y no lo he visto por ninguna parte por lo que tengo que confiar en mi aplicación de móvil "Sports tracker" que me irá cantando los parciales de cada kilómetro de la forma más aproximada posible.
Munich no es una ciudad ni muy bonita ni muy fea, es una ciudad con muchos servicios y oficinas, zonas residenciales pero su arquitectura no llama demasiado la atención. Tras el kilómetro once parece que nos encaminamos al Jardín inglés que probablemente sea la zona más interesante del recorrido, avanzando entre naturaleza.
Con el botín de la medalla |
La salida que comienza en el "Olimpiastadion" ha sido demasiado populosa y no muy bien organizada, tras un paso por el casco antiguo nos llevan por fin al citado Englischer Garten (Jardín Inglés) empapado por el Kleinhesseloher See, un grandísimo lago interior. Tras la salida del Jardín llego a la media maratón del recorrido con un tiempo que no me gusta nada 1 hora 49 minutos, llevo un lastre de cuatro minutos sobre el tiempo objetivo. Allí me esperaban grabando el momento María y Miguel.
Olimpiastadion München 1972 |
Es momento de empezar a cambiar de ritmo y buscar un trote mucho más alegre. Comienzo a tomar geles de reposición de glucógeno para afrontar el final del maratón de manera aceptable. Un japonés, una veterana alemana más cerca de los cincuenta que de los cuarenta, un italiano y otro alemán de Duseldorf (según ponía su camiseta) era el grupo de acompañamiento más fiable que había encontrado hasta el momento y decidí meterme en ese grupo pues parecía que iban a un ritmo inferior a cinco el mil.
Esos tramos junto a ellos me están viniendo muy bien para pasar ese lapso de recorrido entre los kilómetros 22 y 30 donde no puedes pensar que queda poco ni reflexionar demasiado sobre todo lo que llevas. Parece que el italiano y el alemán se quedan y no aguantan. A partir del kilómetro 26 cada vez pasamos a más corredores que parece no han medido bien el inicio de carrera y se les ve con un correr demasiado agitado e irregular. Según las leyendas estamos cerca del temido momento del posible muro. La veterana alemana tras intentar coger agua y plátanos en uno de los puestos parece que se queda y nos deja al japonés y a mí. La cosa parece que se convierte ya en supervivencia individual. Sport tracker comienza a marcarme los mejores tiempos parciales por kilómetros, realizando varios, cercanos a los 4'38" el mil. No será un riesgo grande?
Los cuatro minutos de rémora que acumulé en el primer tramo de carrera (21 kms) no hay forma de bajarlos. Si bien es cierto que la altimetría de los primeros 20 kms tiene tendencia de subida.
Llego de nuevo al casco histórico y es el momento ya de darlo todo definitivamente pues solamente quedan los últimos nueve kilómetros en pleno paso por Marienplatz (Plaza del Ayuntamiento), el lugar más emblemático de la ciudad bavara. De nuevo Miguel y María están al pie del cañón para inmortalizar el momento. Último gel y a por todas. Sigo bajando de cinco minutos cada kilómetro pero las piernas empiezan a estar muy sobrecargadas a pesar de todo, a nivel cardiorespiratorio estoy en plenitud y la mente me pide ir más rápido. Quedan los últimos cuatro kilómetros, hace mucho que no veo ya al japonés y que nadie me supera, es más, la cantidad de corredores que paso es grandísima. Veo apostados en bancos, junto a coches o incluso tirados en el suelo a varios corredores que lo han dado todo y el muro les ha pasado factura. Mi muro aun no ha llegado,creo que no va a llegar ya.
Momento de entrada en el tunel de acceso al estadio |
Kilómetro 40, la fatiga mental ya ha llegado pero no va a poder conmigo, sé ya que no voy a poder realizar tres horas y media y que el tiempo estará entre las 3 horas 33 y las 3 horas 35. Bajar los brazos me puede hacer irme a las 3 horas 40, con lo que pienso en todo lo que he entrenado, las series, las cuestas, los madrugones en plenas vacaciones, las salidas nocturnas a correr más allá de la medianoche, no puedo bajar los brazos, no sólo no bajo el ritmo sino que lo aumento. Hay que hacer kilómetro y medio a tope.
Ya veo el estadio olímpico. Después de casi treinta años de atletismo, transformando mi cuerpo y mi mente de velocista puro y musculado en un prototipo de maratoniano, será la primera vez, a pesar de infinidad de pistas que he recorrido, que voy a pisar un estadio donde se han celebrado unos Juegos Olímpicos, el momento debe ser crucial e irrepetible.
Rodeo el estadio mientras adelanto a más de una decena de corredores y llego al acceso al estadio. Se hace la oscuridad y entre música a todo volumen y luces de colores suena el himno de Alemania. Entro como una exhalación ( o eso me parece, aunque probablemente vaya a 5' el mil) en el mítico estadio Olímpico de Munich 1972...¿qué mejor final para mi segundo maratón?. Ahora queda disfrutar de doscientos metros de vuelta al estadio en plan atleta olímpico, aprovecho para seguir a buen ritmo y conseguir bajar de 3 horas 35 minutos.
Según llego me agasajan con la medalla correspondiente e increíblemente con una jarra de medio litro de cerveza sin alcohol: 3 horas 34 minutos 55 segundos.
Maratón de muy buenas sensaciones pero queda el re
gusto amargo de haber ido demasiado conservador en la primera mitad de la carrera.
Ducha y viaje de vuelta. Comienza el mes dulce.
Vídeo personal del maratón. Una producción de Miguel Sastre y María Martín:
VIDEO
Vídeo personal del maratón. Una producción de Miguel Sastre y María Martín:
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