
Para evitar todo esto debemos apelar a la política de club intentando que los propios jugadores comiencen a tener una identidad de pertenencia al club, de la no necesariedad a toda costa de ser campeones de su campeonato, su grupo o su división y que la diversión a la hora de practicar buen fútbol, de conocer cada vez más y mejor a sus compañeros y de respetar al rival son columnas indiscutibles que soportan la educación de cada niño/joven.
Al final, el concepto de competir en edades tempranas no debería ser otro que aplicar de forma correcta y en su máxima amplitud, todo lo entrenado en las sesiones anteriores. Y eso y nada más que eso, debería ser la competición en el fútbol base y en el deporte base por extensión.
El entrenador / educador / monitor / debe ser capaz de establecer en su equipo actitudes que no sean artificiales como disculparse ante el rival tras una falta cometida, preocuparse por el estado físico de un adversario lesionado, admitir las propias faltas o incluso, por qué no, reconocer el error del árbitro incluso si esa falta nos beneficie. Esto sería el deporte y el fútbol ideal para nuestros niños más pequeños (fútbol 7). Después ya será otro cantar.
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