En edades prematuras, es decir, de formación, cuando vemos una competición, hay ciertos niños que sobresalen del resto, no porque sean realmente buenos, sino porque su edad morfológica se adelanta a su edad cronológica y por tanto “falsean” ese aparente buen rendimiento que hace pensar a muchos que llegarán a ser figuras del balompié.
En el desarrollo físico de nuestros niños tenemos que tener siempre presente que la evolución no es siempre homogénea ni se da por igual en todos, ya que hay ciertos condicionantes genéticos y raciales que hacen que unos niños se desarrollen antes que otros. Es raro no ver cada fin de semana, en un terreno de juego de fútbol base, cómo hay equipos en los que algunos jugadores parecen auténticos niños y otros ya parecen adultos consolidados. Es de lógica por tanto que el rendimiento, en cuanto a fuerza y velocidad, sea mucho mayor en los que más desarrollo motor tienen y “falseen” por tanto su rendimiento.
Haciendo un símil, podemos comparar esto con el cuento del patito feo, en el que nadie apostaba porque un pato pequeño y menudo iba a ser luego un gran cisne; y es que, jugadores que no tienen un gran físico en etapas infantiles, pueden desarrollarlo en su etapa adulta, como consecuencia de haber igualado su desarrollo al del resto de compañeros. Lo importante para los entrenadores, por tanto, será adecuarse al grado de desarrollo de cada niño y no forzar de una manera antinatural rendimientos tempranos.
Es opinión generalizada que la forma física es importante para el desarrollo óptimo de los niños. Por esta razón, los programas de aptitud física para niños y jóvenes deben ser recomendados y estimulados.
Las autoridades médicas y de salud pública deben considerar la forma física de los niños y jóvenes dentro de su esfera de competencia y responsabilidad. Los niños tienen una necesidad natural de comparar su fortaleza, habilidad, velocidad y resistencia en maduración con las de otros.
Hay que distinguir entre los deportes que exigen un entrenamiento inespecífico en una amplia gama de actividades y aquéllos en que se considera que el entrenamiento para la competición debe comenzar a una edad lo bastante temprana para dominar destrezas complicadas y lograr resultados de alto nivel.
- Además de su tarea puramente deportiva, el entrenador tiene una responsabilidad pedagógica hacia el presente y el futuro de los niños confiados a él. Tiene que tener conocimientos de los problemas biológicos, físicos y sociales especiales relacionados con el desarrollo del niño y estar en condiciones de aplicar estos conocimientos en los entrenamientos.
- El entrenador debe identificar las peculiaridades individuales del niño y sus oportunidades para un posterior desarrollo, y tenerlas presentes como criterios esenciales que rijan la organización de los programas de entrenamiento. La responsabilidad del desarrollo general del niño debe primar sobre las exigencias del entrenamiento y la competición.
- Si el "entrenamiento infantil" se somete a control pedagógico como se ha indicado, puede aportar valiosas oportunidades de desarrollo a los niños afectados. Sin embargo, si adopta la forma de "entrenamiento para el rendimiento máximo" a cualquier precio, debe condenarse rotundamente por razones pedagógicas y médicas.
- Cuando los niños son pequeños (o al menos por debajo de los 11 años), no se dan cuenta de que el resultado de un deporte está determinado tanto por la capacidad como por el esfuerzo. Por tanto, ganar y perder en deporte no es especialmente informativo para los niños en relación con sus capacidades. Sólo cuando tienen 12-13 años de edad empiezan a advertir que los resultados dependen tanto del esfuerzo como de la capacidad.
Por muchas razones, este entrenamiento intensificado carece de justificación fisiológica o educativa. Además, con frecuencia origina tensiones físicas y mentales extremas durante el entrenamiento y la competición.
Con lo anteriormente expuesto, se debe hacer reflexionar a los padres de los niños que ven a sus hijos muy por encima o muy por debajo de sus compañeros, y decirles que, como con el cuento del patito feo, no todo es lo que parece.
Podemos concluir diciendo que, más que el físico del niño, la principal cualidad a valorar sería la técnica y la predisposición a entrenar que tiene el niño en ese momento.
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