Sin árbitros ni jueces se pueden desempeñar las competiciones oficiales del espectro total deportivo. Ahora bien, ser árbitro es algo encomiable, porque no te aporta mucho (pienso yo desde fuera). Si que es cierto que realizan cierta actividad física (y no en todos los deportes), están en contacto con el deporte, tanto que lo viven desde dentro y tienen, al fin y al cabo, el orgullo de la toma de decisiones que a la postre dirimen muchas veces el resultado final del producto deportivo. Hasta ahí todo bien.
Desde la necesidad de este estamento, siempre me he planteado que existen dos tipos de deportes, los objetivos y los subjetivos. No es lo mismo un salto de pértiga donde todos vemos si el atleta supera el listón o lo derriba, que una competición de natación sincronizada donde a partir de varios parámetros, los jueces deciden dar una calificación númerica que puede estar atada a muchas variables(quizá no sólo técnicas).
Pero si un día alguien se anima a acercarse a un campo de fútbol base, ser árbitro se convierte en un objetivo social. Yo he oido insultos e improperios de todo tipo a estos jueces por parte de energúmenos que simplemente acababan de llegar. Y si alguien les dice pero si acabas de llegar, ellos, entre sonrisa socarrona, aluden: "...eso es simplemente por ser árbitro".
La remuneracion de éstos no es demasiada y cuando llegas a la élite sí lo es para vivir muy bien su vida arbitral, pero no para asegurarse un futuro. No se si les llega a compensar y si algo les compensa, sólo me queda pensar que es ese orgullo aludido acerca de ser los que si un día les apetece (así me lo dijo un día una chica arbitro) varían el resultado en momentos decisivos puntuales. El ser protagonista durante un buen rato, el "manejar" a deportistas y entrenadores a su antojo o el saberse dueños de un registro, resultado, decisión, tiene que ser una de las pocas cosas que a muchos les mantenga en ese mundillo. Hay deportistas horrorosos en cuanto a su desempeño tanto técnico como físico, pero al fin y al cabo hacen deporte, pero hay también árbitros infames, que también al fin y al cabo, hacen deporte, ahora bien, estos últimos tienen un gran porcentaje de tener una aptitud deficiente para manejar grupos de deportistas puesto que aunque apliquen un reglamento mejor o peor, les falta mucho de pedagogía, psicología, metodología y casi siempre de educación, clase y respeto.
3 comentarios:
¡Qué fuerte el comentario de la "árbitra" esa"! Pero no le des mucho crédito. Yo fui árbitro de fútbol durante siete temporadas y te puedo asegurar que no conocí a ningún compañero que se equivocara intencionadamente.
Supongo que de alguna manera inconsciente (o no) sí puede estar detrás de nuestra "afición" esa supuesta sensación de poder, pero no conocí compañeros que se jugasen el pescuezo conscientemente pitando mal adrede, con las consecuencias, a veces físicas, que ya de por sí tiene el errar sin intención (más de una paliza se produjo en mis siete años).
De la educación no sé qué decirte. Ciertamente conocí bastantes árbitros gilipollas y creídos, pero supongo que en proporción similar a la que se da en cualquier colectivo de la sociedad. También sé que los más "serios" en el campo, rozando la chulería pero sin pasarse, eran los que mejor manejaban el partido, a los que menos se les subían a las barbas los jugadores y los que ascendían más rápidamente de categoría. Los que "se pasaban" y se encaraban con público y jugadores acababan en el pilón o apaleados. Y los que hablábamos mucho en plan correcto y "guay", solíamos acabar bien los partidos (más o menos), pero todos pensaban que éramos un poco bobos (no digo que no les faltase razón). Y, por supuesto, no ascendíamos apenas... (aunque en mi caso tampoco yo era muy bueno, a qué engañarnos). No era la mejor manera de dirigir.
Eso sí, cuando arbitraba a los del poblado de "La Esperanza" (para los que no sean de la Pucela de hace unos años, barrio chabolista gitano y foco de delincuencia), lo de hablar me salvó a menudo porque lo del fuera de juego y otras cosas no les entraba en la cabeza. Así, ante los contínuos “¿pero no pitas eso? “ de los jugadores, valía conque me justificase a mí mismo con un "se me a puesto delante tu compañero y no lo he visto" para que me dejasen en paz mientras se increpaban entre ellos "Ay, Raúl, ¿porqué te pones delante del señor álbitro (sic) que no le dejas ver?"
Bueno, ya me callo, que parezco el abuelo Cebolleta contando batallitas (por cierto, ¿os he contado lo de cuando mi padre fue a verme arbitrar y llevaba la escopeta de caza en el maletero del coche...? Que no, que no me enrollo más, tranquilos)
Un saludo.
En mi país, pobres arbitros, son descalabrados, golpeados, escupidos, siempre por el perdedor, un oficio en que la objetividad de los resultados deja que desear...
Un abrazo mexicano, Monique.
Mi hijo ha comenzado a jugar a fútbol y me maravilla lo jóvenes que son los árbitros.
Pocos padres se atreven a dirigirse a ellos. Y también la actitud del árbitro: les explica y les corrige , no les sanciona cuando, por ejemplo, no sacan una falta bien...
Se dedica a pitar las faltas, fueras, córners, goles y saques del centro...no parece mucho trabajo porque les van explicando aspectos de la normativa...
Claro que sólo son 8 años y el árbitro es un señor al que obedecen a ciegas...
Yo me digo que si los quieren tan exactos ¿por qué no ponen a dos en medio del campo?
Vic
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