En la vida hay que plantar un árbol, escribir un libro y tener un hijo. Hay quienes añaden correr un maratón y montar en globo. Tras más de una década siendo velocista de 100 metros, el atletismo como atleta quedó a un lado para pasar a labores de enseñanza técnica. Allá por el 2002 alguien me introdujo poco a poco en el mundo del "rodaje" y por extensión a correr una media maraton. Nada menos que ventiun kilómetros algo impensable para un cuerpo de velocista. La transformación fue paulatina, gracias al tipo de entreno y gracias a la pérdida muscular por la propia vida. En esa media maratón de 2002, la experiencia fue agridulce (1 hora 39 minutos) buenas sensaciones sobre dieciocho kilómetros y tres kilómetros de cercanía a la agonía. En el 2004 volví a probar pero ni el entrenamiento había sido el adecuado y un fuerte resfriado me hizo retirarme a los once kilómetros. Desde el 2004 hasta 2009 debido a una lesión de rodilla no hubo intentonas. En 2009 volví a por todas. Pero no fue lo que yo esperaba, falta de volumen de entrenamiento hicieron irme hasta más allá de una hora y tres cuartos corriendo, con una media hora última bastante fatigada (1 hora 49 minutos). En esos momentos hay dos opciones; dejarlo o volver con más fuerza. La opción B es la de los ganadores. No había duda. En el 2010 el reto era no solo mejorar tiempo sino mejorar sensaciones. Resultado: 1 hora 32 minutos.
A partir de aquí se plantea algo más. Hacer 1 hora 25 minutos o.... algo más fuerte?
Correr un maraton. Solo son cuarenta y dos kilómetros y pico. Pero no es solo eso. Correr un maraton y acabarlo es algo más. He decidido que el marco será San Sebastián a finales de noviembre y tras haber corrido meses antes dos medias como test. Reconocimientos médicos, test y las sensaciones en los entrenamientos dictarán si eso que todo el mundo debe hacer en la vida lo realizaré.
Las dos pruebas reinas del atletismo (con permiso del 1.500) son los cien metros y el maratón. El reto es conseguir realizar ambas. La primera está hecha y con nota alta. (10"63)
Correr un maratón, creo, no es practicar un deporte, sino asumir un estilo de vida. El largo recorrido requiere preparación. La rutina de un maratoniano incluye levantarse temprano, equilibrar la dieta, reducir de peso y entrenar, entrenar, entrenar… Todo buen corredor necesita disciplinarse para desarrollar tres cosas fundamentales: resistencia, velocidad y fuerza. La palabra resistencia ya lo dice todo, hay que acumular distancias; para ganar velocidad es necesario hacer series; la fuerza se obtiene subiendo cuestas, gimnasio etc.Correr un maratón, creo, no es practicar un deporte, sino aprender a traspasar límites. Cuando se terminan los depósitos de glucosa en la sangre, la mente, que funciona como un motor “híbrido” cambia para comenzar a quemar grasa; y el cerebro (que sólo se alimenta de azúcar) comienza a enviar mensajes y ordenar que las piernas se detengan. En ese momento, sólo los que madrugaron y sudaron bastante traspasan el temido “muro”.
Correr un maratón, creo, no es practicar un deporte, sino saber aceptarse. De nada sirve, de verdad y sin rodeos, querer imitar a otros. Los hombres que se sientan humillados al perder frente a gente mayor de sesenta años, disminuidos y/o mujeres, difícilmente elijan correr un maratón.
Alguien ya preguntó si duele o es soportable la incomodidad de ese esfuerzo físico. Ese dolor es parte del uniforme del atleta; todo en la vida, antes de ser fácil, es difícil. Comenzó el reto.
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