El deporte toma la calle. Es una percepción que cualquiera puede tener al pasear por parques, caminos o calles de cualquier localidad. La ciudad se ha convertido en una gigantesca cancha deportiva. Es algo con lo que en la década de los noventa muchos soñabamos pero veíamos muy difícil. Pero de repente ha ocurrido. O no ha sido tan de repente.
Esa impresión también llega avalada por los últimos estudios sobre deporte y el incremento de la oferta de servicios y material.
Sólo en Valladolid se estima que cerca de 10.000 personas salen a correr al menos un día por semana, la mayoría tres, y el calendario de carreras populares ha superado ya el centenar de citas a lo largo del año.
¿Por qué no intentarlo? Calzarse unas zapatillas y salir a correr: Si tienes un cuerpo, eres un atleta.
Eso sí, aunque cada vez está más generalizado, también hay otra buena parte de la sociedad que no comprende los cortes de tráfico por carreras o que no puede acabar de entender qué placer tiene eso de ir la carrera, en muchos casos congestionado o resoplando, con el corazón a mil y sin otra pretensión competitiva que la de sentirse mejor, batir sus propios retos o bajar kilos de peso.
Procedente de Ámerica y Europa, la carrera a pie (antes llamado jogging y footing) es ahora el running y está de plena moda hace ya más de una década. Y lo que parece claro es que va a más.
El estudio de la fundación Sport Cultura Barcelona, realizado a principios de este año sobre la salud fisico-deportiva de los españoles, señala que el running, como práctica específica y al margen de base de entrenamiento para otras actividades, es el quinto deporte más prácticado en el país (con un creciente aumento de la presencia femenina), ascendiendo al segundo puesto y teniendo "una importancia especial"en la franja de edad entre 36 a 54 años, aunque la edad media del corredor es algo inferior.
Por mejorar su imagen física, por demostrarse a sí mismo o a otros que puede realizarlo, por salud, como válvula de escape o vía de evasión de la rutina y el estrés, por amor, por encontrar nuevas amistades, por competir, por tener tiempo para sí mismo, por ganar resistencia para otros deportes… los motivos para ponerse las zapatillas son interminables, tantos como objetivos, perfiles y tipos de corredores existen. Al igual que, por el contrario, excusas para no hacerlo.
Cada uno, en un sentido o el otro, tiene el suyo. Pero es un hecho que lo que hace apenas unos años era una actividad de un pequeño grupo de 'raros' que disfrutaba sudando a la carrera ha pasado a ser, en los últimos quince años, una actividad creciente y conocida en una sociedad cada vez más deportiva.
Con la libertad que da el elegir competir o no y la ausencia de una obligación de federarse (según la encuesta de hábitos deportivos del Consejo Superior de Deportes un 74% se ejercita sin intención de competir), esta actividad se enmarca en las modalidades al aire libre o en la naturaleza que están en auge y que, la mayoría, son compatibles.
El montañismo, el ciclismo en sus distintas vertientes, el triatlón, son ejemplos de ello. Junto con el pádel y el running son los deportes que más han crecido.
Otras fuentes apuntan a que la carrera es innata al ser humano, a la genética. "Niño, no corras", es una frase típica de las madres ante la natural tendencia humana a la carrera. Además, en los ancestros la carrera era una forma de huída, de trasladarse de manera rápida o, incluso, de ayuda en la caza y en la supervivencia.
Manuel Alcazar Rojo, licenciado en Ciencias de la Actividad Física y el Deporte en la Universidad de Oviedo, destaca otra faceta: "En pocos deportes puedes competir junto a la elite. ¿Imagina compartir superficie, público y condiciones ambientales con tus ídolos en otros deportes? No sé. Por ejemplo, ¿un partido de fútbol?".
Cada uno es su principal rival y su verdadera vara de medir. Un valor al que Carlos Bravo -corredor, bloguero y fundador de la empresa de publicidad online Coguan- añade el concepto de finisher (finalizador): "Es el deseo y la fuerza de voluntad de terminar lo que se empieza. De llegar hasta el final aunque parezca casi imposible. De seguir adelante cuando otros te dicen que tires la toalla".
Paralelamente, en cuatro décadas, el pádel se ha convertido en uno de los deportes de moda en España. Su popularidad es proporcional al número de jugadores que lo practican. Sólo el fútbol lo supera.
En la década de los sesenta del siglo pasado, el mexicano Enrique Corcuera tuvo una idea revolucionaria. En el frontón de su mansión en Acapulco, decidió colocar una pared opuesta de tres metros de altura. A su vez, cerró los costados de la pista con cuatro muros bajos. E instaló una red de tenis en el centro, para jugar a un nuevo deporte que se disputaba por parejas. Acababa de nacer el pádel, un auténtico fenómeno de masas que, en pocas décadas, ha atrapado a millones de jugadores en buena parte del mundo.
España fue el segundo país en sumarse a esta nueva disciplina. El príncipe Alfonso de Hohenlohe, introdujo este deporte en Marbella en 1968. La clase acomodada de la Costa del Sol pronto supo de su existencia, y nombres como Manolo Santana ayudaron a difundirlo.
Lo cierto es que, también en España, la creación de pistas de pádel y el nacimiento de nuevos clubes ha crecido a un ritmo vertiginoso en la última década. Fue precisamente en Sevilla, en 1992, cuando se disputó el I Campeonato del Mundo, con el concurso de 11 países. Sólo un año antes, se había constituido en Madrid la Federación Internacional de Pádel con la misión urgente de redactar un reglamento de juego, y de crear un circuito de encuentros internacionales.
La semilla ya había germinado, y en 1993 llegó el empujón definitivo. El CSD reconoció el pádel como nueva modalidad deportiva. Sin duda, el papel de España en la expansión internacional de este deporte ha resultado decisivo. Y su popularidad y su afición, lejos de moderarse, va a más. Este mismo año, ha nacido el World Padel Tour, la principal competición profesional a nivel mundial. El pádel tiene cuerda para rato.
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