Dejando a un lado el festival de tontadas que Camacho y Kiko soltaron en la Eurocopa de fútbol, estos Juegos Olímpicos nos han dejado perlas espectaculares de la mano de Higuero o María Vasco.
Santiguarse seis veces antes de lanzar un penalti, saltar a la pata coja para no entrar en el campo con la pierna izquierda, jugar los partidos importantes con la misma camiseta desde hace años, colocar las botellas de agua siempre en el mismo lugar y con las etiquetas mirando hacia un lado concreto, someterse a una sesión de ventosas cupping que te deja la espalda llena de moretones o utilizar coloridos vendajes “neuromusculares” que más allá de su vistosidad no aportan nada. El deporte de alto rendimiento, con sus rutinas, sus duros entrenamientos y la presión por conseguir resultados, ha sido siempre terreno abonado para cientos de manías, supersticiones y pseudoterapias sin ningún aval científico. Resulta paradójico que estos atletas tengan acceso privilegiado a los tratamientos más avanzados disponibles en la actualidad y, sin embargo, muchos terminen echando mano de magufadas y pseudociencias ya sea para intentar mejorar su rendimiento o para tratar de recuperarse antes de alguna lesión.
El ejemplo más reciente de este tipo de supercherías lo hemos presenciado este viernes mismo con las sorprendentes declaraciones de María Vasco, atleta retirada y reconvertida a comentarista deportiva en la televisión pública española RTVE, durante la prueba de 20km marcha de los JJOO de Tokio, disciplina donde ella misma consiguió el bronce hace 21 años, en Sidney 2000.
Escuchado en directo en la mañana del viernes:
“El ombligo es el primer centro de energía. Es el generador de la electricidad, el lugar donde tiene origen la respiración. Debajo del esparadrapo pueden llevar una piedra de energía. Yo competía con una piedra de energía pegada con un esparadrapo. Yo hacía cromoterapia y competía con una piedra de color rojo”
Incluir tantas tonterías seguidas y comprimidas en un párrafo tan breve, no es nada fácil. Analizar lo que una medallista olímpica como María Vasco propone tampoco resulta sencillo ya que es un extraño cóctel de ignorancia del funcionamiento más básico del cuerpo humano, mezclado con diferentes pseudociencias pasadas de moda, como la cromoterapia o la gemoterapia, y agitado con elementos de influencia claramente oriental, donde aprovecha para dejar claro que tampoco entiende bien cómo funciona la energía.
La gemoterapia es una pseudociencia que afirma que determinadas gemas, piedras o cristales ejercen diferentes efectos en el cuerpo humano. Los incautos que acuden a este tipo de falsas creencias lo suelen hacer para tratar enfermedades, cambiar estados de ánimo y, al parecer, para afrontar con mejor disposición los 20 duros kilómetros de marcha en una competición olímpica. Es frecuente que aquellos que creen en la gemoterapia también sean fervientes seguidores de la cromoterapia, de esta manera cada color despliega diferentes poderes que se ajustan a lo que se necesite en cada momento.
Una de las grandes ventajas de la mayoría de estas falsas terapias es que son muy combinables entre ellas. Una vez que crees y confías en una determinada pseudociencia, es muy común sentirse atraído y tentado por otras. Lo habitual es creer en un pack de varias supercherías que, como en el caso de la marchista española, se pueden mezclar y combinar al gusto.
Por supuesto, lo grave del caso no es que una deportista demuestre ante millones de espectadores su enorme desconocimiento del cuerpo humano, su nulo nivel de biología o su combinación favorita de pseudociencias, lo realmente preocupante es que lo haga utilizando las cámaras de un medio de comunicación que pagamos todos los españoles. El ejemplo del ombligo electrónico de María Vasco es solo el último ejemplo de una larga lista de sinsentidos pseudocientíficos que deberían evitarse en RTVE. La presencia de pseudociencias en televisión española no es una novedad y se extiende de tal manera en el tiempo que resulta claro que se trata de una cuestión de voluntad: No hay voluntad de acabar con estas tonterías.
La solución, al menos para evitar estas sorpresas energéticas, no es excesivamente complicada y pasaría por comprobar los conocimientos de cultura general más básicos antes de contratar a un comentarista e incluir en ese mismo contrato una pequeña cláusula que advierta que si dices tontadas pseudocientíficas en esta televisión… te despedimos. Aún así no ha superado las tontadas de Camacho.
Fuente; Javier Pelaez ; @Irreductible