Hace ya muchos años que el fútbol profesional dejó de ser educativo y modélico para la sociedad en la que vivimos. Miles de niños imitan en los patios de sus colegios lo que hacen sus ídolos futbolísticos. Pero, ¿hasta qué punto lo que ven nuestros hijos en sus referentes futbolísticos es positivo? ¿Es una actividad segura ir a un campo de fútbol?
¿Qué repercusiones tendría en la infancia de nuestros hijos y en la sociedad actual si el fútbol (y otros deportes) fueran enfocados de otra manera? Por ejemplo, ¿qué valores estamos transmitiendo a nuestros hijos si constantemente hablamos de los errores arbitrales?
Es fácil comprobar que un porcentaje importante de las tertulias futbolísticas se dedica a mirar con lupa los errores de los árbitros y cómo ha afectado en un sentido y en otro a los equipos. ¿Quién se pone en la piel de los árbitros? Nadie. Ni los jugadores, ni los entrenadores ni los periodistas. Son criticados constantemente hagan lo que hagan. Nunca aciertan. Tengo contados con los dedos de una mano las veces que un árbitro ha salido ovacionado de un campo de fútbol. ¿Por qué esto no se da más a menudo? Y en este sentido, ¿qué mensaje les trasladamos a los más pequeños? Pues que la opción fácil y rápida es “echar la culpa al otro”.
Con este tipo de actitudes y conductas tendemos a reforzar lo que los psicólogos llaman el locus de control externo, es decir, atribuir las causas de lo que nos pasa a elementos ajenos a nosotros. No sé si somos conscientes de que esta manera de ver las cosas nos debilita y nos hace tener menos control sobre nuestras vidas. Deberíamos reflexionar sobre ello y tender a asumir responsabilidades desde la posición de que el árbitro es humano, se puede equivocar, es más, se va a equivocar. Algunas veces te beneficiará y otras veces te perjudicará, pero siempre desde la autocrítica. Considero que hablar constantemente de los árbitros y sus fallos es la opción fácil y la rabieta del niño pequeño. Hoy te perjudican y mañana te beneficiarán. Son humanos y se equivocan.
¿Cómo es un partido de fútbol? Pues parece que el fútbol profesional se está convirtiendo, cada vez más, en batallas donde cada mes se juega “el partido del siglo” o “el partido de la temporada”. Además, el lenguaje que utilizamos subraya estos aspectos: “es un partido a vida o muerte”, “se juegan la temporada”, etc. ¿Sí? ¿Para tanto es? ¿Tanto nos estamos jugando? ¿Por qué hay tanta competitividad?
El campo de fútbol parece ser el lugar idóneo para expresar la rabia y frustraciones acumuladas a lo largo de la semana. Insultar al árbitro, al equipo contrario o, hasta incluso, a jugadores de tu propio equipo está más que normalizado. A nadie le sorprende ver o escuchar esto. Parece que pagar la entrada o el abono de la temporada te da permiso para esto. Y qué decir de algunos cánticos tan poco educativos y carentes de valores (hemos venido a emborracharnos). En las tertulias y debates de televisión y radio, los periodistas pierden los papeles y la objetividad como si les fuera la vida en ello: faltas de respeto constantes, no respetan turnos, no se escuchan de manera activa sino para dar una respuesta, por lo tanto, los debates se convierten en algo estéril. Y qué decir del fútbol base donde cada vez vemos más faltas de respeto y peleas entre padres de niños de apenas 6-8 años.
Con todo este panorama, me planteo hasta qué punto ir a un campo de fútbol es un lugar educativo para un niño. ¿No debería ser un lugar que ayudara a la educación y aportara unos valores que parece no aportar? ¿Y qué decir de los jugadores profesionales que anuncian apuestas deportivas? Al igual que se prohibió hace años la publicidad de bebidas alcohólicas y el tabaco, ¿por qué no se prohíbe el juego online si sabemos que muchos jóvenes caen de manera fácil en sus redes? Lo solucionan con un “apuesta con responsabilidad”.
Como decía el genial José Luis Coll, “un país habrá llegado al máximo de su civismo cuando en él se puedan celebrar los partidos de fútbol sin árbitros”. Parece que aún estamos lejos de esto, pero no hay que perder la esperanza. Hay que seguir luchando para que el fútbol aporte valores más positivos para nuestros hijos y la sociedad en la que vivimos. Necesitamos más modelos deportivos como Vicente del Bosque, Rafa Nadal o Pau Gasol.
No hay comentarios:
Publicar un comentario