Pudiera ser una de esas nuevas enfermedades, querer ganar medallas como sea. España está consiguiendo varios cuartos puestos que sin lugar a dudas son de gran mérito y quizá aquellos que anunciaban a bombo y platillo que estabamos en la edad de oro del deporte español no se daban cuenta como yo dije en una entrada anterior, que España está en un gran momento en cuanto a determinados deportistas, deportistas que son primeras filas en su deporte, y en cuanto a una buena generación de equipos colectivos, pero aun no estamos preparados para codearnos con la élite mundial y ni siquiera para la subélite. Eso es fruto de un trabajo interesante pero muy lejos de lo que muchos creen que es estar por encima de esas 25 medallas. La cosecha de medallas en España, lógicamente debe llegar en la segunda semana, pero que nadie piense que será un torrente de éstas. Los Juegos son en China, lejos de Europa, en una cultura diferente donde sólo los muy muy buenos, se adaptan a todas esas variables (¿Por qué sólo queda Nadal entre los tenistas individuales españoles y algunos, caso de Ferrer, no han conseguido adaptarse a este país?). Michael Phelps, que ya es el deportista con más medallas de la historia de los Juegos, es de esos números unos de los que hablo, que para ellos ganar, competir y superar dificultades, parece desde fuera, coser y cantar. Las medallas que caen inexorablemente del lado del nadador norteamericano muestran una superioridad insultante, la misma, la mismita que la facilidad de los chinos para ganar día tras día un buen puñado de perseas. Ahora bien en cuanto el deporte es colectivo y masculino vemos que la superioridad china se convierte en inocencia infantil. Eso muestra lo gran disciplinados para deportes que requieren repeticiones continuas de ejecución o series de trabajo, mientras que si se les pide talento y creatividad la cosa se les complica algo.
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