Y quizá sea una consecuencia del actual estado político económico de nuestro país. Pero así es. España de nuevo se volvió a dar de bruces en la puja por la organización de un evento deportivo de gran escala. Primero fueron los dos intentos en Juegos Olímpicos de Madrid y ahora el trastazo en la solicitud conjunta de los paises ibéricos por organizar el mundial de fútbol 2018. El mundial de fútbol, después de los Juegos Olímpicos, es el evento con más audiencia televisiva por delante de NBA, fórmula 1,Tour de Francia, superbowl o Ryder Cup. Menos mal que hace poco más de un mes se nos ha concedido la organización del mundial de Basket para 2014 superando a Italia y a China. Ya había habido un fracaso extraño en la intentona de organizar la eurocopa 2004 de fútbol que nuestros, ahora, aliados de candidatura, nos arrebataron. Tanto paripé de llevar a Zapatero o al rey, a tantas personalidades deportivas y políticas para nada. El problema no está ahí. Está en otros planos.
Gas y petróleo frente a sol y playas; dinero contra incertidumbre; pujanza versus caída. La balanza, como es lógico en un mundo en el que el dinero prima por encima de todo, se terminó inclinando del lado ruso, de ese poder económico emergente y que ya domina algunos clubes europeos como el Chelsea de la mano de Roman Abramovich. Ya han dado el siguiente paso en esa carrera iniciada hace años de la mano del gas y del petróleo de controlar el fútbol, y ahora ha sido elegido para organizar el Mundial de 2018, dejando en el camino a España y Portugal.
Ángel María Villar, presidente de la Federación Española de Fútbol, era la figura básica de la Candidatura Ibérica. Suya fue la idea de presentarse y suya ha sido la estrategia de trabajo para conseguir votos y hay que decir que ha fracasado. Miembro del Ejecutivo de FIFA y perfecto conocedor del mundo del fútbol, ha sido él en persona el que ha viajado por medio mundo en búsqueda de votos y de apoyos para lograr el objetivo. Pocas ayudas ha admitido. "No las necesitaba", decían ayer desde la candidatura. Y se estampanó.
Todos confiaban en el trabajo de Villar y hasta el propio presidente seguía confiando en la victoria tras conocer que Inglaterra se había quedado fuera en la primera votación. Blatter, y el auditor suizo presente en la sala, tan solo comunicaron que Inglaterra había caído en la primera votación. Tan sólo el presidente de la FIFA sabía que Rusia se había quedado a un solo voto de la mayoría absoluta. En el momento en el que Villar votó por segunda vez, continuaba seguro de alcanzar la victoria. La duda no existía. España ganaba, pensaba el presidente. Cuando Blatter comunicó a los miembros del Ejecutivo que ya había un vencedor, Villar pensó que el triunfo era español.
Entre esa media hora que transcurrió entre el segundo paso por las urnas y el momento en el que Blatter proclamó a Rusia como vencedora, el tiempo no corría para el máximo mandatario del fútbol español. En teoría, nadie sabía el nombre de los vencedores, pero el rumor de que Rusia había ganado se empezaba a extender. La cadena de televisión Al Jazeera se atrevía a anunciar que Qatar había ganado la elección de la organización del 2022. Pero esto no era secreto? Los rumores se multiplicaban y todos apuntaban al poder del dinero de las candidaturas de Rusia y Qatar como grandes triunfadoras, pero todavía no había comunicación oficial alguna.
La mala noticia llegó a las cinco menos veinticinco de la tarde. El presidente de FIFA rompió el sobre y dentro apareció el nombre de Rusia. Triunfo del bloque oriental, del poder del gas, del petróleo. De hecho, una de las primeras imágenes fue para Roman Abramovic, presente en la sala y uno de los que más fuerte ha apostado por llevar el Mundial a la Federación Rusa.
Los números no dejan lugar a dudas. En la primera votación, Rusia ya había obtenido 9 votos, por 7 de España-Portugal, 4 de Holanda-Bélgica y 2 para Inglaterra, candidatura castigada por el Ejecutivo por los continuos intentos de la prensa inglesa de encontrar corrupción en la FIFA. En teoría, los siete votos salieron de Argentina, Paraguay, Brasil, Turquía, Qatar, Egipto y España. En el camino se quedaron Camerún, Tailandia, Costa de Marfil, Japón y Corea del Sur.
Tras una mínima deliberación, el Ejecutivo vuelve a votar y el resultado sentencia: Rusia es la ganadora. España no recibe voto alguno más. Se queda en 7. Los conciudadanos de Putin pasan a los definitivos 13, mientras que Holanda-Bélgica pierden uno, quedándose en dos. Una vez más la diplomacia española vuelve a fallar. Lo hizo en Copenhague con la elección de los Juegos de 2016 y lo ha vuelto a hacer ahora. Además, en esta ocasión hay que añadir el fallo de Villar y su pelea en la búsqueda de adhesiones. El poder del dinero de un país emergente se impone a la tradición futbolera de España. La presencia de Zapatero no sirvió para nada. Los mensajes que enviaba Putin desde Moscú, sí. Por cierto, el jefe político de los rusos aterrizó anoche en Zúrich para celebrar el triunfo de su candidatura por todo lo alto.
La candidatura de Rusia está a medio hacer siendo generosos. Tan sólo el Luzhkniki de Moscú ya está terminado, mientras que hay dos en remodelación (Dinamo en Moscú y Yekaterinburg). Los otros trece son meros proyectos. La distancia entre las sedes llegan a alcanzar en algunos de los casos los 2.500 kilómetros de distancia. El gobierno ruso ya ha anunciado que para facilitar los desplazamientos suprimirá los visados para entrar en el país. En Valladolid nos quedamos sin mundial.
Ángel María Villar, presidente de la Federación Española de Fútbol, era la figura básica de la Candidatura Ibérica. Suya fue la idea de presentarse y suya ha sido la estrategia de trabajo para conseguir votos y hay que decir que ha fracasado. Miembro del Ejecutivo de FIFA y perfecto conocedor del mundo del fútbol, ha sido él en persona el que ha viajado por medio mundo en búsqueda de votos y de apoyos para lograr el objetivo. Pocas ayudas ha admitido. "No las necesitaba", decían ayer desde la candidatura. Y se estampanó.
Todos confiaban en el trabajo de Villar y hasta el propio presidente seguía confiando en la victoria tras conocer que Inglaterra se había quedado fuera en la primera votación. Blatter, y el auditor suizo presente en la sala, tan solo comunicaron que Inglaterra había caído en la primera votación. Tan sólo el presidente de la FIFA sabía que Rusia se había quedado a un solo voto de la mayoría absoluta. En el momento en el que Villar votó por segunda vez, continuaba seguro de alcanzar la victoria. La duda no existía. España ganaba, pensaba el presidente. Cuando Blatter comunicó a los miembros del Ejecutivo que ya había un vencedor, Villar pensó que el triunfo era español.
Entre esa media hora que transcurrió entre el segundo paso por las urnas y el momento en el que Blatter proclamó a Rusia como vencedora, el tiempo no corría para el máximo mandatario del fútbol español. En teoría, nadie sabía el nombre de los vencedores, pero el rumor de que Rusia había ganado se empezaba a extender. La cadena de televisión Al Jazeera se atrevía a anunciar que Qatar había ganado la elección de la organización del 2022. Pero esto no era secreto? Los rumores se multiplicaban y todos apuntaban al poder del dinero de las candidaturas de Rusia y Qatar como grandes triunfadoras, pero todavía no había comunicación oficial alguna.
La mala noticia llegó a las cinco menos veinticinco de la tarde. El presidente de FIFA rompió el sobre y dentro apareció el nombre de Rusia. Triunfo del bloque oriental, del poder del gas, del petróleo. De hecho, una de las primeras imágenes fue para Roman Abramovic, presente en la sala y uno de los que más fuerte ha apostado por llevar el Mundial a la Federación Rusa.
Los números no dejan lugar a dudas. En la primera votación, Rusia ya había obtenido 9 votos, por 7 de España-Portugal, 4 de Holanda-Bélgica y 2 para Inglaterra, candidatura castigada por el Ejecutivo por los continuos intentos de la prensa inglesa de encontrar corrupción en la FIFA. En teoría, los siete votos salieron de Argentina, Paraguay, Brasil, Turquía, Qatar, Egipto y España. En el camino se quedaron Camerún, Tailandia, Costa de Marfil, Japón y Corea del Sur.
Tras una mínima deliberación, el Ejecutivo vuelve a votar y el resultado sentencia: Rusia es la ganadora. España no recibe voto alguno más. Se queda en 7. Los conciudadanos de Putin pasan a los definitivos 13, mientras que Holanda-Bélgica pierden uno, quedándose en dos. Una vez más la diplomacia española vuelve a fallar. Lo hizo en Copenhague con la elección de los Juegos de 2016 y lo ha vuelto a hacer ahora. Además, en esta ocasión hay que añadir el fallo de Villar y su pelea en la búsqueda de adhesiones. El poder del dinero de un país emergente se impone a la tradición futbolera de España. La presencia de Zapatero no sirvió para nada. Los mensajes que enviaba Putin desde Moscú, sí. Por cierto, el jefe político de los rusos aterrizó anoche en Zúrich para celebrar el triunfo de su candidatura por todo lo alto.
La candidatura de Rusia está a medio hacer siendo generosos. Tan sólo el Luzhkniki de Moscú ya está terminado, mientras que hay dos en remodelación (Dinamo en Moscú y Yekaterinburg). Los otros trece son meros proyectos. La distancia entre las sedes llegan a alcanzar en algunos de los casos los 2.500 kilómetros de distancia. El gobierno ruso ya ha anunciado que para facilitar los desplazamientos suprimirá los visados para entrar en el país. En Valladolid nos quedamos sin mundial.
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