No me sale otra palabra más que la de asombro cuando me entero de las continuadas patéticas acciones surgidas en el fútbol base de Valladolid una semana sí y otra, quizá, también.
Señores, hablamos de deporte de niños, es decir, educación y no hay nada más que educación y formación. E incluso hasta la palabra deporte en este ámbito está sobredimensionada y deberíamos hablar exclusivamente de educación física jugada.
Escribo estas letras, no como entrenador o profesional del deporte educativo, sino como padre de un niño de diez años que está intentando educarle desde el prisma deportivo a partir de la cultura física y que se da cuenta que quizá cuanto más alejado esté de este fútbol que nos están proponiendo algunos, mucho mejor.
Parece que por mucho que se intente inculcar la idea de educación, otros están estropeándolo todo con las patas de atrás, con su idea de hacer competitivos a niños.
Hay que educar, porque educar es progresar, y el futuro está en la educación. El fútbol es un medio de privilegio educativo, sin embargo tenemos cada fin de semana a padres jaleando e insultando desde la grada de los partidos de fútbol base, inculcando competitividad.
Los principios nacen en casa, no en el colegio. La familia es donde se sientan las bases de un comportamiento honesto, de valores, de respeto hacia el otro. Si falla la educación familiar, estamos trabajando en vano. Si los padres jalean desde la grada, insultando y exigiendo, siguen el camino equivocado, que luego se traslada al terreno de juego. Los padres son los que marcan el rumbo, y son un poco el cáncer del fútbol: lo contemplan como un fin en sí mismo y no como un medio para llegar.
Un estudio revela que los padres son una de las principales causas de violencia en el deporte escolar. Muchos progenitores sucumben a lo emocional y sufren una transformación en los partidos. Los niños ya no quieren pasarlo bien, sino que sólo quieren ganar.
El fútbol no es sólo dar patadas a un balón. Si hurgásemos en la riqueza educativa del fútbol nos llevaríamos una sorpresa. Es muy popular, pero muy pocos lo conocen realmente. El fútbol es como la vida, fomenta valores como el respeto al rival, al compañero. Son reglas inamovibles, principios que inculcar a los niños. La pregunta que hay que hacerles no es «¿cómo quedaste?», sino «¿cómo jugaste?» Es un juego riquísimo, detrás hay un proceso mental: ver, decidir, ejecutar en décimas de segundo.
Ninguno de estos alterados de la grada no se darán cuenta de que sus pequeños así no disfrutan?... qué no van a ver a su papá o su mamá como héroes sino como macarras….?
Lo cierto es que la mayoría no es así, pero unos pocos pueden hacer mucho daño además de perjudicar gravemente el ambiente creando tensiones y problemas continuos.
Al margen de toda cordura quedan esos "papás-mamás gorilas" que emulan sin ningún tipo de pudor a un portero barriobajero de discoteca cutre y que son incluso capaces de entrar a un terreno de juego a impartir su justicia a base de mamporros. Algo así ha pasado hoy en Simancas en un partido de infantiles de 3ª provincial entre Villa de Simancas y Zaratán Cuadrón cuando al final del partido un papá (o algo así) ha irrumpido en el terreno de juego para demostrar sus habilidades de macarra y para agredir al entrenador del equipo rival.
Lo de menos son los clubes, ni el lugar donde se realizó. Hoy ha sido allí, mañana será en otro lugar. Seguimos ensuciando la fama del fútbol ante el resto de deportes con una mejor imagen debido a este tipo de seres humanos. (Con perdón para la humanidad)
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