No me sale otra palabra más que la de asombro cuando me entero de las últimas
patéticas acciones surgidas en el fútbol pre benjamín de Valladolid (un partido
impugnado, por muchas explicaciones que unos y otros quieran dar; un árbitro de
esta categoría escoltado para protegerle ante posibles problemas de los papás y
mamás y unos niños de un pueblo que no les dejan entrenar en su campito por
piques municipales) Señores, hablamos de deporte de niños de seis y siete años,
perdón, deporte no, educación física para niños de seis y siete años.
Y
escribo estas letras, no como entrenador o profesional del deporte educativo,
sino como padre de un niño de seis años que está intentando educarle desde el
prisma deportivo a partir de la cultura física y que se da cuenta que quizá
cuanto más alejado esté de este fútbol que nos están proponiendo algunos, mucho
mejor.
Parece que por mucho que se intente inculcar la idea de educación,
otros están estropeándolo todo con las patas de atrás, con su idea de hacer
competitivos a niños de seis años. Hay que educar, porque educar es progresar,
y el futuro está en la educación. El fútbol es un medio de privilegio educativo,
sin embargo tenemos cada fin de semana a padres jaleando e insultando desde la
grada de los partidos de fútbol base, inculcando competitividad.
Los
principios nacen en casa, no en el colegio. La familia es donde se sientan las
bases de un comportamiento honesto, de valores, de respeto hacia el otro. Si
falla la educación familiar, estamos trabajando en vano. Si los padres jalean
desde la grada, insultando y exigiendo, siguen el camino equivocado, que luego
se traslada al terreno de juego. Los padres son los que marcan el rumbo, y son
un poco el cáncer del fútbol: lo contemplan como un fin en sí mismo y no como un
medio para llegar. Un estudio revela que los padres son una de las principales
causas de violencia en el deporte escolar. Muchos progenitores sucumben a lo
emocional y sufren una transformación en los partidos. Los niños ya no quieren
pasarlo bien, sino que sólo quieren ganar.
El fútbol no es sólo dar patadas
a un balón. Si hurgásemos en la riqueza educativa del fútbol nos llevaríamos una
sorpresa. Es muy popular, pero muy pocos lo conocen realmente. El fútbol es como
la vida, fomenta valores como el respeto al rival, al compañero. Son reglas
inamovibles, principios que inculcar a los niños. La pregunta que hay que
hacerles no es «¿cómo quedaste?», sino «¿cómo jugaste?» Es un juego riquísimo,
detrás hay un proceso mental: ver, decidir, ejecutar en décimas de
segundo.
Ninguno de estos alterados de la grada no se darán cuenta de que sus
pequeños así no disfrutan?... qué no van a ver a su papá o su mamá como héroes
sino como macarras….?
Lo cierto es que la mayoría no es así, pero unos pocos
pueden hacer mucho daño además de perjudicar gravemente el ambiente creando
tensiones y problemas continuos.
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