viernes, 2 de noviembre de 2012

Mi papá es un hooligan


No me sale otra palabra más que la de asombro cuando me entero de las últimas patéticas acciones surgidas en el fútbol pre benjamín de Valladolid (un partido impugnado, por muchas explicaciones que unos y otros quieran dar; un árbitro de esta categoría escoltado para protegerle ante posibles problemas de los papás y mamás y unos niños de un pueblo que no les dejan entrenar en su campito por piques municipales) Señores, hablamos de deporte de niños de seis y siete años, perdón, deporte no, educación física para niños de seis y siete años.
Y escribo estas letras, no como entrenador o profesional del deporte educativo, sino como padre de un niño de seis años que está intentando educarle desde el prisma deportivo a partir de la cultura física y que se da cuenta que quizá cuanto más alejado esté de este fútbol que nos están proponiendo algunos, mucho mejor.
Parece que por mucho que se intente inculcar la idea de educación, otros están estropeándolo todo con las patas de atrás, con su idea de hacer competitivos a niños de seis años. Hay que educar, porque educar es progresar, y el futuro está en la educación. El fútbol es un medio de privilegio educativo, sin embargo tenemos cada fin de semana a padres jaleando e insultando desde la grada de los partidos de fútbol base, inculcando competitividad.
Los principios nacen en casa, no en el colegio. La familia es donde se sientan las bases de un comportamiento honesto, de valores, de respeto hacia el otro. Si falla la educación familiar, estamos trabajando en vano. Si los padres jalean desde la grada, insultando y exigiendo, siguen el camino equivocado, que luego se traslada al terreno de juego. Los padres son los que marcan el rumbo, y son un poco el cáncer del fútbol: lo contemplan como un fin en sí mismo y no como un medio para llegar. Un estudio revela que los padres son una de las principales causas de violencia en el deporte escolar. Muchos progenitores sucumben a lo emocional y sufren una transformación en los partidos. Los niños ya no quieren pasarlo bien, sino que sólo quieren ganar. 
El fútbol no es sólo dar patadas a un balón. Si hurgásemos en la riqueza educativa del fútbol nos llevaríamos una sorpresa. Es muy popular, pero muy pocos lo conocen realmente. El fútbol es como la vida, fomenta valores como el respeto al rival, al compañero. Son reglas inamovibles, principios que inculcar a los niños. La pregunta que hay que hacerles no es «¿cómo quedaste?», sino «¿cómo jugaste?» Es un juego riquísimo, detrás hay un proceso mental: ver, decidir, ejecutar en décimas de segundo.
Ninguno de estos alterados de la grada no se darán cuenta de que sus pequeños así no disfrutan?... qué no van a ver a su papá o su mamá como héroes sino como macarras….? 
Lo cierto es que la mayoría no es así, pero unos pocos pueden hacer mucho daño además de perjudicar gravemente el ambiente creando tensiones y problemas continuos. 

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