La palabra "ganar", etimológicamente es un vocablo de origen
alemán (waidanjan). Y haciendo honor a su origen, bien podemos darnos cuenta de
donde sale ese saber ganar de los teutones. Es cierto que no se consiguen
triunfos de igual modo por parte de los latinos, que de los nórdicos, los
anglosajones o los balcánicos...
Cada raza, cada pueblo ha besado las mieles del triunfo, en
deporte, desde sus tradiciones. Tras el famoso dicho de Gary Lineker
(futbolista inglés que militó en el F.C.Barcelona, entre otros) donde definía
el fútbol como deporte donde juegan once contra once y al final, siempre gana
Alemania, se construye un mito que da el don de grandes competidores a los
germánicos, sabiendo hacer su oficio de manera correcta pero sin brillantez.
Otro cuento son los italianos, genios de la especulación en cualquier deporte,
para conseguir desde la menor renta lo suficiente que les reporte un triunfo.
El anglosajón es más frío, a la hora de especular, es más noble a la hora de
darlo todo, y vuelve a ser frío a la hora de las celebraciones. Dan una de cal
y otra de arena pero no se les puede reprochar esfuerzo. Un caso aparte son los
balcánicos, grandes competidores y deportistas que se adaptan a cualquier
terreno, cualquier ambiente hostil y cualquier tipo de campeonato. El arte de
ganar balcánico se fue diluyendo con la extinción yugoslava pero aun surgen
ramalazos que recuerdan tiempos de grandes conjuntos de balonmano, waterpolo o
baloncesto. Los latinos, cada uno vamos a nuestra bola, al margen del arte
italiano, los franceses, portugueses y españoles solemos ser los pupas. Siempre
nos pasa algo y pasamos del exceso de ímpetu y euforia al derrotismo más
pueril. Los franceses, poblados desde hace años de inmigrantes, dan un plus de
variedad y por eso se han decidido a ganar antes y mejor que los hispanos.
España ya ha tenido campeones del mundo en casi todos los terrenos (baloncesto,
balonmano, waterpolo, fútbol...) y parece que se ha encontrado el camino, pero el problema
siempre será la euforia y la condecoración prematura de ídolos de barro y/o el
menosprecio a los héroes del silencio, que con menos mediatismo suman y no
restan. Gasol, Nadal, Alonso, Lorenzo, Contador son la punta del iceberg de los
"nuevos ricos de la victoria ibérica" pero detrás están los ilustres
necesarios para encumbrar al waindanjan germánico a la España deportiva
moderna.
Mención especial y por eso les dejo para el final, está el saber ganar
argentino. Como bien dijo hace poco un comentarista deportivo: el argentino
sabe ser francés en Francia, ruso en Rusia o italiano en Italia, sabe vivir,
sobrevivir y adaptarse a cualquier cultura y por eso, sin casarse con nadie, es
la suma de la competitividad total.
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