Creo que la primera vez que empecé a vivir la sensación de fe deportiva fue el 21 de diciembre de 1983 cuando España (no sé si con amaño o sin él) ganó por doce goles a uno a Malta. Aquel mítico partido que ha pasado a la historia fue el inicio de algo en el que se debe creer: la fe deportiva.
Si bien es cierto que esta fe solo sirve si detrás hay algo más. La "flauta" no suena por casualidad, lo que ocurre que para creer hay que invertir bien en trabajo/rendimiento, bien en talento, bien en orden, bien en disciplina. Posteriormente a aquella gesta de la selección, llegaron las legendarias remontadas del Madrid en Europa, remontadas que hicieron que me inclinara por ser del Madrid en una época de indefinición donde no tenía claro si acogerme a ser un culé, un merengue o del equipo que en aquella época más gustaba: el Athletic de Bilbao que acababa años atrás de conseguir sendas ligas y alguna copa que otra.
Recuerdo también mis primeros años como entrenador. Mediaba la década de los noventa cuando comencé a entrenar al juvenil del Michelín cuando vi en mis propias carnes la fe deportiva en el fútbol. Un grupo de chavales comenzaron a creer en el trabajo realizado y en sus posibilidades consiguiendo estar durante los últimos 22 partidos de liga sin conocer la derrota. Todo es posible. Todo aquello surgía de mi experiencia como atleta de cien metros pues tras grandes épocas de inversión en el entrenamiento llegó el momento de conseguir resultados asociados a la fe deportiva que me ayudó a meterme en una final absoluta de un campeonato de España y realizar 10" 63 en el hectómetro.
Por aquellas épocas recuerdo una eliminatoria de promoción a primera división entre el Albacete y la Unión Deportiva Salamanca. El Alba acababa de ganar en el Helmático por cero a dos dejando a los de Lillo (que esa misma temporada acababa de ascender desde 2ª B) prácticamente fuera de toda opción. Pues volvió a surgir la fe deportiva cuando la Unión forzó el 0-2 y se fueron a la prórroga para conseguir el 0-5 final y volver a primera división.
Eso sirivió para que yo viviera más episodios de fe deportiva siguiendo al equipo charro como aquel 4-3 al Barça de Van Gal cuando a falta de diez minutos el equipo comandado por Figo ganaba 1-3, o el 5-4 que la Unión endosó al Atlético de Christian Vieri.
Y hoy he vuelto a vivir esa fe deportiva que seguro también está basada en el trabajo, el entrenamiento, el rendimiento, el talento y el esfuerzo pero que es imprescindible tenerla para conseguir el objetivo. El Mirandés que había dilapidado una gran renta en Cornellá - El Prat hace una semana, y que veía como nada más comenzar la segunda parte, el equipo de Pochettino le hacía un gol que dolía en el corazón de Anduva, ha "comprado" fe deportiva y así en el último suspiro del último minuto del descuento, un gol de César Caneda empujado por la fe de todo Miranda de Ebro aupaba al modesto equipo del norte de Burgos a nada menos que a una semifinal de Copa. El dolor que recibieron en esa localidad la temporada pasada cuando tras una temporada impecable, en el último minuto de la eliminatoria final de ascenso a segunda A recibían un gol del Guadalajara que les dejaba fuera del sueño, se ha visto hoy aliviado y olvidado por ese gol que, ha servido para que todos los representantes del fútbol modesto hayan saltado de alegría o al menos hayan sonreído soñando en que algún día les gustaría estar en ese lugar.
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