domingo, 16 de octubre de 2011

EL GENIO DEL DEPORTE


Definir qué es un genio resulta complicado porque la naturaleza de lo genial se escapa a las cuadrículas que utilizamos para atribuir el significado de las cosas. Digamos que una definición voluntariosa, podría ser la de excéntrico juicioso que produce decisiones imprevistas, sorprendentes, arriesgadas, novedosas y eficaces.

Lo imprevisto y lo sorprendente no está al alcance de cualquiera, pero tampoco son cualidades tan escasas. En la mayor parte de los casos figuran entre las características de los excéntricos. El riesgo y la novedad también son necesarios. Podemos ubicar el riesgo en todos aquellos episodios que exigen una decisión radical y trascendente. Quien la toma sabe que se enfrenta a la gloria o al rechazo, sin término medio y con las apuestas definitivamente en contra.
El arte, por ejemplo, es un escenario perfecto para esta pequeña raza de elegidos. Del anónimo pero excepcional habitante de Altamira hasta Picasso, pasando por Miguel Ángel, Leonardo, Velázquez y Goya, la evolución del arte es depositaria de los grandes genios. Lo mismo cabe con la ciencia. Y, por qué no, también con el deporte.

¿Dónde desemboca lo imprevisto, sorprendente, arriesgado y novedoso? En ninguna parte si no resulta trascendente. La banalidad se construye muchas veces con decisiones que tienen grandes ingredientes, pero mal repartidos. El deporte está lleno de trivialidades brillantes. En el mejor de los casos, alegran el ojo, pero nada más. Hay otra categoría superior, la que corresponde a las jugadas maravillosas que derivan en el objetivo del gol, del punto o de la canasta. Es decir, son trascendentales. ¿Cómo separarlas de las verdaderamente geniales? Porque les falta alguno de los elementos anteriores. Generalmente les sobra inteligencia y destreza, pero no suelen contener el aditivo final: la absoluta novedad.
Después de siglo y medio de deporte espectáculo, no debería quedar espacio para lo nunca visto. Por fortuna, no es así. Todavía hay lugar para los genios, para sus novedosas, eficaces y trascendentales creaciones.   Por supuesto, es infinitamente más aconsejable construir un equipo sobre el inteligente que sobre el genio, pero qué sería del deporte si no hubiera un espacio para lo insospechado.

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